La democracia precisa de democracia: falacias de una democracia

Juan Gonzalo Ospina

Juan Gonzalo Ospina – Presidente de JAM

La Democracia es la esencia de garantía de bienestar en toda sociedad civilizada. La Democracia como sistema garantiza que nos gobiernan los mejores de entre los mejores, es decir, los mejor cualificados, los mejores comunicadores, los mejores analistas, los mejores para poder dirigir, ordenar y garantizar que sus conciudadanos puedan vivir en un espacio en el que ellos mismos son los últimos garantes del sistema, con el fin de preservar la Justicia y la Libertad.

Sin embargo, cuando se tiene la forma pero se falla en el fondo lo que debería de ser se convierte en una falsa realidad que termina en una mera ilusión. Las cúspides de poder abusan de ese poder que los ciudadanos hemos cedido, creyéndose dueños y señores de todo el sistema, pues en España estamos ante una falsa realidad, porque no existe una democracia real. ¿Cómo va a existir democracia en España si los partidos políticos, instrumentos de salud democrática de todo el país, no son democráticos?

Al ser los partidos los garantes de la Democracia y al no funcionar de manera democrática, toda la sociedad se ve supeditada a un gobierno que no prima la virtud del líder, sino el amiguismo de las cúspides de poder. En una España donde las listas cerradas se imponen, donde existe la doctrina de partido, me pregunto, ¿para qué hacen falta los diputados si las leyes las votan los partidos? Se trata de una España en la que no conocemos a nuestros legisladores ni a nuestros senadores por su capacidad de debate, diálogo y opinión, sino que prima el propio partido.

Ésta no democracia que existe en nuestros instrumentos de poder democrático hace que se beneficien unos pocos y que el control quede siempre en las mismas manos. Desde los partidos políticos se controla la Justicia con la elección de sus vocales del CGPJ y se sienten perseguidos cuando aparece un juez díscolo que no se arrodille a las fauces del poder.

Sin democracia no saldremos de esta crisis. Porque la crisis de España es una crisis política que lastra nuestra economía. Es una crisis de valores que afloran ahora que los recursos escasean y salen a la luz los terribles casos de corrupción. Si los partidos políticos no se vuelven democráticos nunca habrá democracia, y si no hay democracia nunca saldremos de la crisis porque no estaremos nunca gobernados por los mejores de entre los mejores, sino por los amigos del líder.

Nuestro actual presidente estuvo ocho años en la oposición porque llegó a su cargo no por elección democrática, sino por la designación del antiguo presidente. ¿Quién padeció esta decisión?: los ciudadanos. Nuestro Presidente, antes en la oposición y ahora en el gobierno, no es en sí mismo un líder natural que ha sido elegido desde las bases, no le debe su sitio a sus propios afiliados, o a sus méritos logrados dentro del partido, sino a su cordialidad y “entendimiento” con quien en su día era el jefe.

La Democracia no es ni de derechas ni de izquierdas, es de sentido común. Sin listas abiertas, sin primarias, que sean verdaderamente primarias en los partidos políticos, sin una reforma de la Ley electoral que prime a todos por igual siempre existirán en las reglas de juego desigualdades entre iguales, abusando el poder del propio poder para perpetrarse en el mismo. Si no hay democracia no hay Justicia, porque esta estará controlada por un único ente de poder que en la actualidad es el partido político. Triste queda nuestra situación, ya que sin justicia no hay libertad.

El Estado, constituido con el primordial fin de garantizar un espacio de Libertad a los ciudadanos, se ha visto saturado por una avalancha de competencias que en lugar de aportar valor a nuestras vidas buscan el interés propio y personal. Es necesario despolitizar la política, y que ésta vuelva a ser parte inherente del ser humano, pues como manifestó Aristóteles, “el ser humano es político por naturaleza”.

Hubo una época en que gobernar se hacía por el bien común y no por el bien propio. Lo más positivo de la democracia es que si el que está en el gobierno no lo hace bien, en cuatro años podemos cambiar. Pero en España este cambio no es real, sino que es sustitutivo entre personas del mismo ente de poder: el Partido. Si en cambio, nuestra clase política, le debiera su asiento a sus simpatizantes, a sus bases y a su gente, tendríamos líderes de entre líderes, capaces de analizar y gobernar de la mejor manera posible. Con salud democrática si éstos no lo hicieran bien, votaríamos a otro líder para que nos gobernara. Si en su caso, algún conciudadano tuviera propuestas para mejorar nuestro bienestar, podría afiliarse a un partido político ya existente, instrumento del juego democrático, y podría alcanzar el poder, pero en España esto nunca sucederá, porque aquí con el hermetismo político existente, o eres amigo del jefe o no crecerás.

La demagogia viene sentada cuando los entes de poder inducen a aquellos descontentos a crear su propio partido. Pues bien, con una ley electoral que beneficia a la actual estructura, aquellos pequeños idealistas no podrán nunca alcanzar su objetivo de cambiar la Ley. Hasta que en España nuestros dirigentes no tengan los valores propios de líderes que buscan el bien común, no democraticen sus partidos y no cambien la actual Ley electoral, que solo beneficia a los grandes de siempre, España no saldrá de su crisis política y por ende jamás de la económica.

La estabilidad política lleva consigo crecimiento económico. Son las dos caras de una misma moneda, sin reglas que impulsen unas correctas reglas de juego no se puede jugar y por ende no se puede crecer económicamente. Así la mayor época de prosperidad económica en España han sido nuestros años post transición. Unas reglas de juego acordes a todos nos permitieron crecer, entrar en tiempo récord en Europa y en los organismos internacionales, traer inversión y aportar estabilidad. La mayor etapa de crecimiento económica en Europa fue cuando los cimientos de nuestra U.E. empezaron a resurgir, ahora requieren nuevamente reinvertirse. EEUU se convirtió en una súper potencia, cuando apenas en su origen eran trece colonias sin moneda propia, sin banco central y sin tejido industrial, pero aun así subsistieron a su independencia y crecieron en economía y bienestar, ¿por qué?, porque gozaban de estabilidad política que les permitió crecer económicamente.

Si nuestras leyes no representan nuestra realidad social, si nuestra clase política no se regenera escuchando a sus conciudadanos ¿cómo es posible que la economía vuelva a crecer? Es necesario que nuestros dirigentes se formen en la realidad de sus conciudadanos que somos quienes pagamos la subida de la luz, del IVA y los recortes en derechos; tiene que comprender la clase política que, si no sienten ellos el sacrificio que nosotros asumimos, todas las reformas que hagan no vendrán realizadas de un estudio empírico sino de un despacho en donde el político que la delinea pocas veces ha conocido lo que es trabajar en la esfera privada: en la realidad de las empresas con credibilidad y ética empresarial que todos los días tienen que salir a vender y a lograr objetivos para mantener los puestos de trabajo; en la triste experiencia de tener que cerrar una empresa y dejar que se pierdan muchos puestos de trabajo. Si nuestros partidos no son democráticos, y nuestro políticos no conocen la esfera real de la ciudadanía, cómo vamos a tener una democracia que represente nuestros intereses, ya que las cosas son lo que son y no lo que algunos desean que sean.

Cuando algo no se sostiene por su propio peso, se cae –nos hundimos- y eso nos está pasando. España requiere una reforma de los instrumentos democráticos: los partidos políticos, ya que si éstos no se democratizan no tendremos democracia y nuestro sistema será una triste falacia en la que los de siempre, “el partido”, nos gobernarán como súbditos y no como ciudadanos de nuestro propio sistema. Volver a los valores de una democracia real en la que las cosas sean lo que son y no lo que unos desean que sean, porque si no todo terminará cayendo por su propio peso y nuestro sistema, nuestra tímida democracia, entrará en una época en la que los fanatismos y populismos llenarán de terror la sociedad. ¡Atención! Observemos nuestro alrededor, sí nuestro mundo, y veamos lo que ha ocurrido en muchos países con constituciones democráticas.

Lejos quedarán los grandes políticos como los padres de los EEUU, Benjamin Franklin, Jefferson, Adams, o los padres de nuestra U.E. en dónde su fin no era trabajar para sí mismos sino para construir bienestar para sus conciudadanos. Mucho se refiere que escasean los líderes, pero la realidad es que los líderes no escasean, lo que falta es voluntad para permitir que los futuros líderes puedan ser escuchados y puedan éstos acceder a las cúpulas de poder, pero esto en nuestro sistema no se permite, ¿acaso nosotros nos merecemos menos Democracia?

Sólo nos queda un camino: volver a nuestros principios, exigir responsabilidad democrática y que nuestros dirigentes, como decía Winston Churchill, “se conviertan en estadistas cuando comienzan a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.

Juan Gonzalo Ospina Serrano.
Presidente de Jóvenes Abogados en Movimiento. 

Fuente original: www.elcorreoweb.es