La gran mentira llamada democracia
En la Atenas del año 510 A.C. la Polis castigaba con el ostracismo al político que no cumplía con su programa o que traicionaba a su ciudad, la condena implicaba un exilio de la ciudad de 20 años. Los dirigentes atenienses gobernaban con sentido de estado, cada ciudadano era parte de la polis, “el ser humano era político por naturaleza”, decía Aristóteles, se era parte de una identidad y de una cultura.
Por el contrario en nuestra época moderna vivimos una pseudo democracia, que imita a la ateniense pero quedando en la práctica bien lejos de esta. Para empezar, porque los partidos políticos de España no son democráticos en sí mismos, me pregunto yo, ¿cómo puede haber democracia si los partidos políticos encargados de gestionarla no son democráticos?, no nos gobierna el mejor de entre los mejores, sino el que sabe acercarse mejor al líder rogando de él su favoritismo, siendo ésta la esencia de nuestra crisis económica, ya que sin estabilidad política jamás tendremos estabilidad económica.
Pero lo que genera en mí un mayor asombro es la impunidad con la que actúan los líderes políticos, si estos no consiguen cumplir con su programa electoral. Carecen de responsabilidades si engañan o mienten a su electorado, ¿qué responsabilidades existen si arruinan o destruyen ellos mismos un país?, la respuesta para nosotros es fácil, ninguna. Es cierto que muchas veces les podemos oír desde su tribuna, “asumo toda la responsabilidad política”, pero eso en la práctica ¿en qué se traduce? En nada.
¿Cuánto duraría un trabajador en su puesto de trabajo si miente a su jefe? ¿cuánto duraría el director de una empresa si antes de llegar nos dice que arreglará el déficit comercial de ésta, pero lejos de mejorarlo lo empeora? ¿cuánto duraría un empresario que le manifiesta a sus socios que aumentará su beneficios, pero lejos de mejorarlos los reduce en un 60 %? A nosotros los ciudadanos, las consecuencias de nuestros actos si nos traen consecuencias directas, pero a nuestros políticos no, ¿cuál es el motivo de este trato de favor?
Tristeza me da observar como el Poder para el propio Poder puede con España. Que la clase política, auspiciando a los grandes bancos y Poderes hayan arruinado al país. “Grandes esfuerzos tenemos que hacer”, manifiesta la clase dirigente, que desfachatez. Al ciudadano le suben y suben los impuestos, recortan derechos imponen obligaciones, pero y ellos, ¿reducen empresas públicas inocuas?, ¿reducen los cargos de confianza dónde colocan a los amigos?, ¿reforman el senado?, ¿fusionan los ayuntamientos?, ¿eliminan las diputaciones?, pues no, nada de eso se lleva a cabo. ¿Por qué?, porque esta es la gran mentira que nosotros llamamos democracia. Mentira porque el político en nuestro país es impune para arruinarnos, mentirnos y que seamos ahora nosotros los que paguemos las consecuencias.
Es sonado por todos que nos van a rescatar, ¿acaso será ese dinero para dotar de liquidez a PYMES, autónomos, pequeños empresarios o medianos empresarios que dotan de riqueza al país?, la respuesta es fácil NO. El dinero será para que el Estado Español y sus reinos de taifas puedan pagar sus gastos. El estado no genera riqueza consume riqueza, los ciudadanos con nuestro trabajo creamos valor a nuestra sociedad, los periodistas nos informan, los abogados nos defienden, los carpinteros construyen, los científicos investigan, todos ellos crean valor, pero, ¿y el estado?, el estado consume. Necesitamos menos rescate y más reformas estructurales, reformas políticas que generen estabilidad económica.
Más democracia real y menos demagogia, demandemos una reforma política de nuestro sistema administrativo que nos agota económicamente, demandemos una reforma tributaria que lejos de recortar nuestra capacidad económica traiga la inversión extranjera, demandemos una reforma del pago del IVA, demandemos una reforma de la Justicia para generar confianza en el inversor, reformemos la educación para fomentar el acceso al mercado de trabajo. Recibir un rescate será un suspiro antes de asfixiarnos si nuestra clase política no lleva a cabo las reformas que ahora mejor que nunca se pudieran llevar, para mejorar nuestro país con visión de estado y no con premisas electorales, tal y como dijo W. Churchill, “el Estadista piensa en las futuras elecciones y no en las próximas elecciones”.
Juan Gonzalo Ospina Serrano
Abogado
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